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El grave problema de los seguros de gastos médicos

  • Foto del escritor: RISKS
    RISKS
  • 7 nov 2018
  • 3 Min. de lectura

En México, si queremos servicios de salud de calidad, tenemos que pagarlos.


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Joan Lanzagorta13 de julio de 2015, 20:40

Un seguro de gastos médicos mayores es esencial en nuestra planeación financiera, ya que ayuda a proteger nuestro patrimonio en caso de que nosotros, o algún familiar, contraiga una enfermedad grave, cuyo tratamiento puede tener un costo altísimo e imposible de sufragar individualmente. Incluso, una enfermedad sencilla que se complica.

Una persona muy cercana tuvo una infección en el riñón, cotidiana, pero la bacteria que se la provocó era altamente resistente al antibiótico. En lugar de responder al tratamiento, empeoró: tuvo un choque séptico. Estuvo cuatro días en terapia intensiva y varios más en una habitación normal con varios medicamentos, incluyendo una combinación de antibióticos que le permitió, finalmente, reponerse.

La cuenta fue de más de 400,000 pesos, más los honorarios médicos. Afortunadamente, tenía seguro de gastos médicos, el cual tomó la mayor parte de este costo, quedando a cargo de esta persona el deducible y coaseguro, que cubría su fondo para emergencias. No hubo ningún problema ni afectación patrimonial.

¿Te imaginas qué hubiera pasado si recibe una cuenta similar sin cobertura? Posiblemente no habría podido ingresar, ya que para entrar a terapia intensiva los hospitales privados piden una garantía cuantiosa.

Desde luego, para muchísimas personas la única alternativa es la seguridad social. Tanto el IMSS como el ISSSTE son instituciones venerables en México y fundamentales. No obstante, la calidad de los servicios ha disminuido considerablemente y, hoy en día, es muy deficiente. Basta ver las noticias de los últimos días, que deberían causar escándalo e indignación en la sociedad, en las cuales los médicos responsables deberían estar en la cárcel (en lugar de ello, de alguna manera reciben una protección inexplicable). Me refiero al niño que dejaron ciego al quitarle su ojo bueno, o al bebé que en lugar de cortarle el cordón umbilical le causaron un daño irreversible por el resto de su vida, que no fue ni será compensado adecuadamente.

No es mi intención atacar a estas instituciones, pero sí lamentar que en México, si queremos servicios de calidad, tenemos que pagarlos. Esto acrecienta las enormes diferencias sociales y, sin embargo, los políticos parecen estimularlo (por eso si uno quiere circular por los segundos pisos tiene que pagarlos, a pesar de pagar impuestos). En fin.

Ahora bien, si pienso que los seguros de gastos médicos mayores son tan esenciales en nuestra planeación financiera, ¿por qué el título de este artículo? ¿Por qué considero que tienen un grave problema?

Por una sencilla razón: se vuelven impagables con la edad. Un seguro de gastos médicos amplio para una persona de más de 75 años cuesta más de 150,000 pesos. Para una pareja, el costo se duplica. Muy pocas personas podrían pagar esto en su etapa de retiro. ¿Más de 80 años? La prima anual está entre 200,000 y 250,000 pesos por persona.

En otras palabras, no podemos pagar la prima cuando más la necesitamos, aun si hemos pagado nuestro seguro muchos años sin tener ningún siniestro.

A diferencia de los seguros de vida, no existen seguros de gastos médicos de largo plazo, con primas niveladas, que protegen al asegurado de estos incrementos siempre que permanezca con la misma compañía. ¿Por qué? Encarecerían el costo y serían más difíciles de vender.

Algunos agentes de seguros tratan de vender un seguro dotal grande, para que puedan pagar su seguro de gastos médicos cuando sean viejitos . Sin embargo, no garantizan nada: la inflación en estos productos sobrepasa, por mucho, la inflación anual. Además, la suma asegurada que habría que contratar para que realmente pueda alcanzar es de varios millones de pesos.

Las autoridades poco han hecho; como la penetración es poca (por la falta de cultura financiera y, sobre todo, por el bajo ingreso de la mayoría de la población), muchas compañías no se atreven a sacar productos distintos, por el miedo a no juntar la masa crítica necesaria para que sean viables con el tiempo. La propia regulación tampoco lo incentiva.

Los que perdemos somos los consumidores, pero también el país, en costos que asumen las instituciones públicas y niveles de bienestar de la población, entre otras cosas.

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